Estructuralmente, los ácidos grasos trans
son muy similares a los saturados; en los
triacilgliceroles
y en los
glicerofosfolípidos
se sitúan
preferencialmente en la posición sn-1
que es la
que suelen ocupar los ácidos grasos saturados.
La presencia de ácidos grasos trans en los
fosfolípidos de las membranas celulares reduce la
fluidez de la membrana
debido a su mayor punto
de fusión y esto puede condicionar la actividad de proteínas
insertas en la bicapa
lipídica de
la membrana y, por tanto, la funcionalidad de ésta.
Nutricionalmente, los ácidos grasos trans
parecen tener efectos metabólicos similares a los de los ácidos grasos
saturados: modifican negativamente el perfil lipídico aumentando los
niveles de colesterol-LDL
y reduciendo
los de -HDL
por lo que
aumentan el riesgo de enfermedades
cardiovasculares. Por otro lado, pueden
interferir en el metabolismo
de los ácidos
grasos esenciales
.
En función de esto, con cada vez mayor frecuencia en el etiquetado nutricional de ciertos alimentos se destaca la ausencia de ácidos grasos trans en su composición, como indica el Reglamento (CE) N.º 1924/2006 del Parlamento Europeo y del Consejo del 20 de diciembre de 2006, relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables en los alimentos, que en su Anexo incluye valores límite para los ácidos grasos trans en las declaraciones nutricionales denominadas "Bajo contenido de grasas saturadas" y "Sin grasas saturadas".
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